jueves, 18 de marzo de 2010

Mirame y dime qué lees


Las huellas de nuestra vida se reflejan en los espejos de nuestro recuerdo incluso tras la muerte. Las huellas permanecen escritas en los espejos por una eternidad, eternidad caprichosa del que estima necesario un tiempo suficiente para detenerse a leerlos. Aun así, permanecerán impasibles como textos sagrados, códigos de vidas yacentes, hastiadas de llantos y desarraigos, pero también fervorosas de pasión, apetentes de vida, tanto como tantas almas aun vivientes así lo sienten. Estas sensaciones, escritas a arañazos de momentos de toda una vida, no solo son metáforas enjauladas en reflejos, estas metáforas también son un hecho literal.

Somos proyecciones, somos contenedores rebosantes de reflejos en los que plasmamos nuestros gustos, anhelos, inquietudes, etc. Nosotros somos nuestras vivencias, nos construimos como un castillo de naipes mediante absorciones miméticas de cuanto nos rodea, interiormente acumulamos tiempos, épocas, momentos, situaciones, sentimientos que nos han sucedido, y al realizar la mezcla en nuestra “casa de los espejos” nos observamos a nosotros mismos.
Personalmente me considero una persona “opaca”, digamos que, dentro de este juego de metáforas soy un espejo teñido, ya que, si bien mantenemos que los espejos deben reflejar lo que somos y lo que sentimos a través de nuestras vivencias, en mi caso, lo que lo refleja es mi poesía, es el reflejo de todo lo que soy y lo que he sido, es un tupido velo entre mis espejos y yo, es una alianza entre mis sentimientos y mi forma de expresión, como también los son otras artes como el dibujo o la pintura.

"He adoptado el recurso del espejo porque uno debe asumir la responsabilidad de conocerse". (Pistoletto)

“Ese hacer que llamamos arte no es sino un trozo de ese espejo que a veces conseguimos ser”. (Masó, 2004).

Y es que en realidad somos ese espejo que sale a la luz cuando algo nos roza en la fibra más sensible de nuestro interior y lo expresamos por cualquier tipo de vía, como eso a lo que llamamos arte como dice Masó, por que lo que realmente funciona dentro de cada uno, son esas estructuras que vamos construyendo con pedacitos de nosotros, tan similares pero tan diferentes en su originalidad, por que no hay obra más compleja que la de modelarnos a nosotros mismos.








Cada espejo conlleva un mensaje, una sensación, un recuerdo, un reflejo…como todos cargamos diferentes mensajes personales de experiencias y recuerdos sobre nuestra espalda como pequeños fantasmas que se agarran con fuerza a nosotros, los cuales guardamos en lo más íntimo y profundo sin motivos aparentes para no desgastarlos con el aire ajeno viciado.
Por esto, y por más de una cosa que me haya dejado en el tintero, quiero dar a luz una pequeña parte de mi espina dorsal.








Grabage's Garden: Alfonso Masó


Sinuosas curvas de siluetas relucientes, viajantes de nuestro imaginario, anidan formas impersonales dentro de un todo, así, cada uno recoge una imagen sugerida dentro de lo que Alfonso Masó nos presenta con su obra Gargage’s garden.

Estas formas, de indudable voluminosidad y peso, parecen burlarse de nosotros con su aspecto frágil, efímero y escurridizo además de ingrávido y espumeante. Ésta contradicción mantiene un papel importante en toda la obra de Masó, es decir, cada pieza compositiva de este gran conjunto, alberga mil caras diferentes, cuya sensaciones pueden ser totalmente aleatorias y diversas. Son como pequeños mundos que, este autor ha sabido sentir y extraer muy delicada y cuidadosamente de un mineral tan rudo como es el alabastro, cincelando cada parte de ellos calcando su alma interior, de ésta forma, nos invita a cada uno de nosotros a sumergirnos dentro de sus mundos, mundos pétreos palpables, irónicamente humanizados, diferentes entre ellos y en sí mismos, mundos cargados de sensaciones, tamaños, colores, luces, mundos más o menos tentadores…

La composición rítmica de cada una de estas piezas nos contonea en un vaivén de sones pictórico-lumínicos que nos hipnotizan y nos deslizan entre sus recovecos, cuales entrañas maternales, nos hacen nacer y morir en sus veladuras rocosas y sus profundidades más oscuras, a la par que vivimos entre sus sutiles trincheras, huellas responsables de su totalidad, y nos sentimos gigantes e insignificantes, dueños y esclavos, nos sentimos todo, y a la vez nada, nos convertimos en seres dispares, habitantes de un corazón dormido que acabara de bostezar por primera vez.

Encontramos, en algún rincón de sí mismo, la parte más emocional de Alfonso Masó dentro de esta obra. Explícito y directo a al vez que metafórico, nos muestra su cara más personal de un modo brillante y reluciente como sus diferentes piezas, haciéndonos partícipes de soñados mundos interiores.






Bram Van Velde


"Es el pintor del impedimento" dijo Beckett.


Bram Van Velde vive la pintura y la ama...su vida gira entorno a ella y le da sentido, es un pintor solitario, en cuya pintura solitaria intenta buscarse a sí mismo, entre sus telas, "ser o no ser" eran las batallas que mantenía con sus cuadros, son aventuras... estos combates, el ser con el mundo, son su salvación...la pintura.

Y esque para él, los cuadros son impulsos, lagunas en la vida, silencio...

"Para él el mundo no se sostiene , sólo la pintura lo sostiene y lo recrea." como dice Yves Peyré.


La razón de vivir es lo desconocido, afirma, y no le falta razón, ¿quién viviría en un mundo en el que todo está predeterminado? lo desconocido es la conmoción de los sentidos, de la inquietud, lo desconocido es la emoción de sentirnos nuevos a cada instante, es la oportunidad... y lo desconocido en el mundo de Bram Van Velde son sus obras.
"Pintar es intentar alcanzar un punto donde uno no pueda sostenerse", decía.

El significado de cada pincelada dentro de cada cuadro se lo regalaba la intuición, el mismo Bram Van Velde desconocía el resultado de sus obras hasta que éstas se sacudían en poderosos colores y respiraban vida.
"Pintar es buscar el rostro de lo que no tiene rostro, y la pintura es el hombre ante su desastre".








"Para llegar a un cierto algo, ya no hay que ser nada", decía B. Van Velde, un cierto algo...el resultado de un autorretrato en su paradoja de lo figurativo y la unión con sus lienzos...un espacio en el que se adivina a sí mismo sumergido en su materia... Su doble V que encontramos repetidas veces en su obra.

La figura de Bram Van Velde, sus palabras y sus experiencias, nos lleban a valorar su obra, pero la veradera realidad es que nos agarra los pensamientos que habitaban, a veces, dormidos, y perezosos taladran reflexiones sobre nuestro sentido, nuestro "ser o no ser" y su silencio.